martes, 25 de junio de 2013

Los cimientos



El Entierro de Cristo (1541 - 1545) - Juan de Juni
Museo Nacional de Escultura, Valladolid.


En muchas ocasiones viene a mi recuerdo las palabras que el Señor le dice a Nicodemo ante sus dudas y preguntas, ante su confusión y su búsqueda de Dios: nacer del agua y del espíritu. En esas cabriolas dialécticas que el Evangelio de Juan hace una y otra vez, ante la confusión de quien mira pero no ve, oye pero no escucha, Nicodemo pregunta una y otra vez, y Cristo va introduciendo nuevas imágenes: el aire, el Espíritu, el Reino, lo alto... 

¿Si no me creéis cuando os hablo de cosas terrenas, ¿cómo vais a creerme cuando os hable de las cosas del cielo? Jn 3, 12

En nuestro siglo XXI, la barca de la Iglesia parece tan inestable como en otros tiempos, tan recios, que diría la Santa, como cualquier otro. El Concilio Vaticano II invitaba a toda la Iglesia y a sus Órdenes Religiosas a volver a los orígenes, a buscar la fuente de sus carismas... Tal vez no hayamos escuchado bien la voz del Espíritu y no hayamos encontrado el manantial de agua pura. Este blog intenta reflexionar sobre ello, buscar en la Tradición y en las tradiciones de la Iglesia ese agua para nacer de nuevo, para buscar la voz que escucharon nuestros antepasados levantando así la Cristiandad en sus templos, en su arte, en sus cofradías, en su sociedad. Hoy en día muchos de nuestros hermanos rechazan lo que los antiguos nos legaron como expresión de su fe, recluyendo en museos lo que ellos crearon para el culto, la liturgia, la fe. Pero los signos de los tiempos van marcando otro ritmo y demostrando que hay caminos que son callejones sin salida. Somos hombres como nuestros antepasados, tan pecadores y tan abiertos a la gracia, tan miserables como misericordiosos, tan fanáticos como tolerantes, tan creadores como destructivos... Si ellos se santificaron así, construyeron su vida sobre estas bases, si dieron estos rostros a su fe... ¿podemos nosotros creer su misma fe renunciado a ello? 

Santo Tomás Moro, que vivió la dramática ruptura de la Cristiandad, respondía a las agresiones que desde el Protestantismo argüían en contra de las costumbres, tradiciones y arte católicos. Por desgracia, su respuesta hoy en día sigue siendo actual frente a una parte de la Iglesia católica que desde hace décadas ha querido fundar un credo nuevo, sin saber muy bien hacia donde caminaban sus pasos. Tomás Moro hablaba entonces claro y rotundo:

Moro siempre defendió la necesidad de las imágenes en el culto cristiano y la largueza en las cosas del servicio divino. Contra los iconoclastas reformistas arguye diciendo: si condenáis las imágenes debéis condenar, lógicamente, la escritura, porque todas las palabras escritas o habladas son imágenes "y no existen en este mundo escritos tan eficaces como el expresar todo por la imaginería". Y contra la escandalizada afirmación de Lutero, que quería arrojar los preciosos relicarios de la Santa Cruz donde no vieran la luz del día, y repartir su oro entre los pobres, le contesta Moro: "Qué pequeña es la cantidad de oro que rodea los brazos de la Cruz de Cristo comparada con el oro que se desperdicia dorando cuchillos, espadas, tapices y telas rosas enteras, ¡y no sólo en los palacios de príncipes y grandes prelados, sino hasta en la casa de mucha gente baja! Y entre todo ello ningún otro reluce penosamente en los ojos turbios de Lutero, ha de ser precisamente el de la Cruz de Cristo. T. Stapleton, en "El Bienaventurado Tomás Moro: su vida, virtudes y muerte gloriosa", citado en "Sir Tomás Moro, Lord Canciller de Inglaterra". de Andrés Vñazquez de Prada. 

Por todo ello, sed bienvenidos a este blog, que simplemente quiere y pretende ser una luz de lámpara en medio de la ciudad.

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